Lanzamiento de “Ella estuvo entre nosotros” (el librito triste)

17 Jan

Este libro no iba a ser este libro. Iba a ser otro libro cuyo manuscrito presenté a fines del 2016, luego de que Editorial Overol me invitara a publicar. Ese libro estaba compuesto por 100 páginas de Word que reunían una serie de textos que había compartido en internet durante los últimos años. Daniela y Andrés de Overol me citaron en su departamento para comentar qué les había parecido el manuscrito. Lo hicieron simple y preciso, como su editorial. Me senté en su sillón y esto fue lo que escuché: nosotros, Belén, no vemos acá un libro o no uno que nos interese publicar.
Pegué la espalda al respaldo y, floja como soy a veces, pensé: no importa, puedo seguir escribiendo emotivos estados de Facebook, acumulando likes. Pero Overol, trabajadores y con buen ojo, como son siempre, me insistieron en algo que me tomó por sorpresa y que también recuerdo con mi buena memoria de historiadora: de las 100 páginas que nos mandaste -me dijeron- hay una que nosotros pensamos puede ser la primera página de tu libro, creemos que ahí hay una historia y queremos saber si la quieres escribir.
Lo peor de todo no es que te digan tu trabajo no nos gustó, o nos gustó el 1% de todo lo que mandaste, lo peor es que esa primera página a la que aludían yo sabía cuál era y venía años evitando escribir lo que restaba. Me lo había dicho Josefina Licitra, cronista argentina con la que estudié en Buenos Aires, me lo dijo Alejandro Zambra que fue un pesado, pero supo leer. Esa página tenía algo, algo muy bueno, algo que era un comienzo y yo tenía que trabajar para encontrar lo que seguía. Cuando lo escuché de Overol y por tercera vez en mi vida, supe que ya era hora, había que sentarse a escribir. Ese texto es, efectivamente, la primera página de esta novela porque Overol sabe y porque yo pude.
A veces vuelvo a esas 100 páginas que Overol con cariño y elegancia me tiró por la cabeza. Hay un par de cosas buenas, lindas imágenes. Pero hay algo que ellos me hicieron ver y que ahora, me parece evidente y algo así como una lección. En ese primer manuscrito la personaje siempre ganaba. Podía salirle mal una clase, que le robaran el celular, o terminar una relación larga en un país ajeno, pero triunfaba. Todos los párrafos terminaban con una moraleja digna de fábula de Esopo, esperanzada y edificante. No sé cómo pero me las arreglaba para decir que no habían fracasos, ni desastres, a lo más un poco de dolor bien capitalizado. Esa personaje era un gato que siempre caía parado, cuando en realidad de gato tenía poco y de perro mucho.
En este libro que lanzamos ahora, la personaje pierde. No solo pierde a su mamá, pierde su vida familiar tal como la conocía y pierde su infancia. Me gusta reivindicar la pérdida. Encuentro que es valiente, real, le dobla la mano y le corta el cuello a una cultura que siempre nos dice que hay que ganar. Ganar tiempo, plata, carreras, elecciones, puntos, posición, concursos laborales, proyectos, discusiones, partidos y sorteos. Ganar juicios, ganar el bono de fin de mes, ganar el estacionamiento del supermercado. Ganar. Ganar siempre, ganarle a todos. Ganar como sea, ganar porque nunca hay que perder, porque no sabemos cómo perder, porque nadie nos enseñó que perdiendo es cuando más se aprende.

Pero ¿se puede enseñar a perder? ¿O perder es algo que se aprende sola, en el abismo que produce su corte? No tengo idea, quisiera creer que los adultos podemos enseñarle a nuestros niños y niñas que perder está bien, que es parte de la vida y que estaremos ahí cuando eso pase.
Así como la cultura no nos forma en la pérdida, la cultura no nos dice que lo libros son creaciones colectivas. En general, si pensamos en alguien que escribe, vemos a un sujeto solo, animado por su genio personal. Yo creo que esa idea es muy masculina, muy patuda y muy capitalista. Pienso y sé que no soy la única, que la cultura se construye en base a vínculos, a redes de saber y de un montón de ternura. Inicié y terminé la novela apoyada en Editorial Overol, recostada en su rigurosidad, confiada en su ojo limpio. Escribí sagradamente todos los martes durante dos años gracias al Taller La Secta que terminó convirtiéndose en editorial. En La Secta 11 compañeras me leían semana a semana, me corregían mi uso excesivo de conectores, me sugerían cambios de orden en los párrafos y me obligaban a escribir de los temas que yo evadía porque sabía que iban a doler. Al llegar de extensas reuniones con La Secta, en mi casa siempre había comida preparada por un joven con mano de señora en la cocina, muy dado al guiso y al queque, además de filoso editor.
Cuando terminé el libro y aun no tenía título, un par de amigas fueron a mi casa con pliegos de cartulina, post it y plumones. Anotaron palabras claves, combinaciones de términos que formaban títulos horribles que jamás podría haber elegido, pero yo sé que lo que había detrás de esa jornada era un compañerismo a prueba de toda la soledad del mundo que es ser huérfana y encerrarse a escribir la orfandad.
Los libros se escriben entre varias, con otros, quien diga lo contrario está ocultando el trabajo de sus editores, la mirada de sus compañeras, el soporte afectivo y doméstico de sus familias. Los libros se escriben en grupo y muchas gracias por eso.
Me encanta, me conmueve, que esta novela sea lanzada en una biblioteca pública. Mi mamá que es algo así como una de las protagonistas de esta historia, y digo algo así porque no es taaaan mi mamá pero además no es solo mi mamá, sino muchas mamás chilenas de los 90, bueno, mi mamá, cada vez que viajaba, por chico que fuera el pueblo que visitaba, solía buscar el hospital o la posta del lugar al que había llegado. Paraba afuera, lo miraba de arriba abajo o incluso se bajaba del auto y observaba sus instalaciones. Eso la dejaba conforme y ya podía seguir su camino. Hace pocos meses me di cuenta que yo hago lo mismo, pero con las bibliotecas. Adonde vaya busco la biblioteca municipal y entro y pruebo las sillas y me fijo si hay luz natural y le echo una miradita a las colecciones. Este libro se escribió mayoritariamente en bibliotecas públicas porque para mí las bibliotecas son bosques dentro de la ciudad, ecosistemas perfectos. Las autoras vivimos en los libros, los libros necesitan de los lectores, los lectores quieren luz y una sillita y ahí se completa la ecología hermosa y eterna de saber escribir y poder leer.

Como en los bosques, en las bibliotecas no importa quien es una, ni donde estudió, ni cuánta plata tiene. Y eso, en un país desigual como este, es un acto de justicia. Entrego mi amor y mi agradecimiento a esta, y a todas las bibliotecas públicas y sus trabajadores y trabajadoras por ofrecernos este Cuarto Propio, como decía Virginia Wolf, refiriendo a ese espacio de intimidad que necesitamos las mujeres para escribir. Me permito agregar que lo propio puede ser compartido, lleno de gente, y eso le agrega potencia y solidaridad.
Para terminar solo quiero agregar que la pérdida no solo constituye una experiencia fundamental de la experiencia humana, sino también de la narrativa. El mismo acto de escribir, de usar el lenguaje para mostrar algo, está atravesado por la renuncia, nunca podemos decirlo todo. Aquí no está toda mi orfandad, ni todo el dolor de mi familia, ni las historias de mis amigas de esa noble institución que conformamos: el Club de Huérfanas de Madre. Las palabras no alcanzan para decir lo se vive, se quedan cortas. Mi mamá era mucho más chistosa de lo que sale en el libro, su piel era más suave de lo que pude describirla y se equivocaba con más profundidad de lo que quise revelar. Les juro que hice un índice larguísimo de todo lo que quería contar sobre ella y no pude, fracasé, perdí en eso como la perdí a ella. Este fue un intento fallido, limitado como el abecedario, lleno de olvidos y omisiones contra los que no pude triunfar.

¿Y saben que? fue bonito, fue difícil y estuvo bien.

One Response to “Lanzamiento de “Ella estuvo entre nosotros” (el librito triste)”

  1. Diego Cruz March 4, 2021 at 3:54 pm #

    Yo también perdí
    A mi mamá
    y tantas cosas con ella

    Leyendo tu libro
    No solo sentí empatía
    Me pasó algo que nunca me había pasado leyendo
    Me sentí empatizado.

    Gracias Belén.

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